Desde la planta del pie hasta la coronilla
    no les queda nada sano:
todo en ellos es heridas, moretones
    y llagas abiertas,
que no les han sido curadas, ni vendadas,
    ni aliviadas con aceite.

Su país está desolado,
    sus ciudades son presa del fuego;
ante sus propios ojos
    los extraños devoran sus campos;
    su país está desolado, como si hubiera sido destruido por extranjeros.
La hija Sión ha quedado
    como cobertizo en un viñedo,
como choza en un huerto de pepinos,
    como ciudad sitiada.

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